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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Mons. Lugones a diáconos permanentes: “Sean escuchas y servidores de los pobres y sufrientes”


Mons. Lugones a diáconos permanentes: “Sean escuchas y servidores de los pobres y sufrientes” 
 Miercoles 21 Nov 2012 | 11:50 am
 Los siete flamantes diáconos permanentes
Lomas de Zamora (Buenos Aires) 
(AICA): El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones, instituyó en el orden sagrado del diaconado permanente a siete aspirantes provenientes de comunidades parroquiales del territorio diocesano, y los instó a ser ministros de escucha y servidores de los más pobres y sufrientes”. Se trata de Roberto Avendaño, de la parroquia Nuestra Señora de la Merced, Lomas; Víctor Cáceres, de Nuestra Señora de Luján, de Bánfield; Héctor Martínez, del Sagrado Corazón, de Cláypole; Juan Carlos Montoya, de la iglesia San Pío X, de Témperley; Jorge Ramos, de Nuestra Señora de Itatí, en Bánfield; Carmelo Rolón, de la parroquia Nuestra Señora del Valle, de Ezeiza, y Saúl Omar Sarmoria, de la parroquia Inmaculada Concepción, de Burzaco. 

 El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones, instituyó en el orden sagrado del diaconado permanente a siete aspirantes provenientes de comunidades parroquiales del territorio diocesano. Se trata de Roberto Avendaño, de la parroquia Nuestra Señora de la Merced, Lomas; Víctor Cáceres, de Nuestra Señora de Luján, de Bánfield; Héctor Martínez, del Sagrado Corazón, de Cláypole; Juan Carlos Montoya, de la iglesia San Pío X, de Témperley; Jorge Ramos, de Nuestra Señora de Itatí, en Banfield; Carmelo Rolón, de la parroquia Nuestra Señora del Valle, de Ezeiza, y Saúl Omar Sarmoria, de la parroquia Inmaculada Concepción, de Burzaco.
 En la celebración eucarística en que se instruyó a los candidatos al ministerio pastoral, realizada el pasado domingo 18 en la catedral de Nuestra Señora de la Paz, monseñor Lugones comparó las vocaciones de estos siete varones con el relato de los Hechos de los Apóstoles, en el que San Lucas narra que los apóstoles convocaron “a siete hombres de buena fama, dotados de Espíritu y de prudencia”.
 “Estos hombres elegidos gozan de buena fama y que poseen el don de la prudencia, que podemos interpretar como la discreción espiritual y el don del discernimiento –evaluó el obispo-. ¡Qué responsabilidad tienen ustedes los siete!, que como los siete diáconos del protoevangelio deben alentar la comunión, ser ministros de la escucha y servidores de los más pobres y sufrientes”.
 Siguiendo la segunda carta de la celebración, tomada de la Epístola de San Pablo a Tito, monseñor Lugones señaló que el Apóstol indicó a su seguidor que nombre a algunos ancianos de Creta “que sean irreprochables, que cuiden a sus esposas y tengan hijos creyentes”. “Ni egoísta, ni colérico, antes bien hospitalario, justo, devoto, moderado, que tenga doctrina seria y no que diga lo que se le venga a la boca”, señaló el prelado como dotes que deben cultivar los prelados.
 Luego, a la luz de la parábola del samaritano, extractada del capítulo 10 del evangelio según san Lucas, el obispo señaló el “sentido de projimidad” que debe guiar a los nuevos diáconos, atendiendo la particularidad social de la diócesis, con cuadros de “pobreza, zonas marginales y miseria”.
 “¿Nos conmueve que la pobreza golpee la realidad de nuestra diócesis? ¿Conocemos realmente las zonas marginales de la misma donde se vive, aún hoy en la miseria?”, preguntó el prelado.
 “Queridos diáconos –expresó monseñor Lugones-, no es fácil vivir la projimidad, pero debemos pedir esta gracia a la Virgen Nuestra Señora de la Paz; ella supo dar estos pasos que nos ayudarán a nosotros a acercarnos a los sentimientos del Buen Samaritano”.
 “Sabemos de nuestros límites, debilidades, deficiencias, pero no podemos resignarnos a escuchar una y otra vez la sugerencia de Jesús al escriba, cuando le dijo ‘Ve y procede tú de la misma manera’”, concluyó el obispo en la homilía de las ordenaciones.+

 Texto completo de la homilía

Ordenación de Diáconos Permanentes
Homilía de monseñor Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora en la misa de ordenación de Diáconos Permanentes (Catedral de Lomas de Zamora, 18 de noviembre de 2012)
Hch. 6,1-7; Tit. 1,1-9; Lc. 10,25-37


Queridos hermanos:
Hemos escuchado la situación de la comunidad de Jerusalén, la cual no estaba exenta de rivalidades y divisiones, donde integraban el mismo culto gente de distintos estratos sociales, lengua y cultura.
Esta era la situación de aquella Iglesia de Jerusalén: por una parte el grupo cristiano de lengua aramea y cultura hebrea, era el grupo de la mayoría del que formaban parte los apóstoles, sus costumbres y sus prácticas, algunas de ellas discriminatorias. Y por la otra parte los helenistas: judíos que habían nacido fuera de Palestina en la diáspora en contacto con la cultura griega cuya lengua habían adoptado.
Ante el conflicto producido en el seno de la comunidad,en vez de seguir disputando, Lucas nos hace notar que se opta por el servicio. “Elijan a siete hombres de buena fama, dotados de Espíritu y de prudencia…” que sean capaces de vivir la comunión y animen a otros a valorarla y vivirla, aún en medio del conflicto interno de la comunidad y el externo de la sociedad pluricultural, con diversas tradiciones, formas de valorar, de pensar, de discriminar y de actuar. Pareciera que esta describiendo Lucas una situación eclesial y social semejante a la de nuestro tiempo.
Estos hombres elegidos, gozan de buena fama, son gente de bien que además poseen el don de la prudencia, que podemos interpretar como la: discreción espiritual , el don del discernimiento, ya que estan dotados del Espíritu Santo que los inspira desde el don de la Sabiduría a ser testigos de la fe. Servidores de la comunión en medio de una disputa entre la postura fundamentalista judía y la helénica más abierta y crítica del judaísmo, y Lucas señala que a pesar de ello esta Iglesia “crecía mucho en número de discípulos y muchos sacerdotes abrazaban la fe” .
Que responsabilidad tienen ustedes los siete, que como los siete diáconos del protoevangelio deben alentar la comunión, ser ministros de la escucha y servidores de las mesas de las viudas, es decir, de los más pobres sufrientes.
En la segunda lectura: Pablo deja a Tito en Creta para que nombre ancianos en las comunidades, y le da el perfil de los candidatos: que sean irreprochables, es decir que no se les reproche su mal carácter, fieles a su mujer, que se hayan casado una sola vez, (cuiden a sus esposas) con hijos creyentes. No egoísta, ni colérico, es decir no adueñarse de la comunidad, ni tratar mal a la gente, ni bebedor ni pendenciero, ni metido en negocios sucios, antes bien hospitalario, justo, devoto, moderado, que tenga doctrina seria y no que diga lo que se le venga a la boca, o proclame como verdad la última novedad. Pablo en definitiva le esta diciendo no impongas las manos antes de ver la calidad y la caridad del que tienes delante.
La parábola del buen samaritano puede ayudarnos a descubrir la profundidad y el compromiso del sentido de projimidad. Jesús responderá a esta pregunta siempre actual: ¿Quién es mi prójimo?
Hoy y cada vez más ese herido es mayoría. En la humanidad y en nuestra patria. La inclusión o la exclusión del herido al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos. Todos enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo.
Si nos detenemos en la figura de ese hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó, y fue maltratado, herido y despojado por los salteadores. Primero debemos ponernos nosotros como ministros en el lugar del herido: necesitado de projimidad.
Podríamos pensar en un sentido espiritual en los ataques que nosotros debemos soportar del mal cuando bajamos la guardia, cuando bajamos a la dimensión interior donde la tentación, la angustia, la depresión, la desolación como los salteadores nos despojan y nos dejan a merced del abandono, la resignación, la impotencia, la debilidad, la diferencia de fuerzas que nos intentan derribar, y nos sentimos necesitados del prójimo, soy un prójimo necesitado de otro prójimo. Y ante el abatimiento del mal moral he necesitado la cercanía, comprensión y consuelo de un hermano.
Pero además debemos verificar nuestro actuar como “buenos samaritanos”. Nos dice Jesús que él lo vió y se conmovió, nuestra preocupación por los hermanos nos lleva a verlos, estar a tiro: ¿Nos conmueve que la pobreza golpee la realidad de nuestra diócesis?, ¿Conocemos realmente las zonas marginales de la misma donde se vive, aún hoy en la miseria?.
Estar atentos, preocuparnos por los hermanos pasa por ese “ver” que va más allá del mirar, los otros dos que pasaron de largo miraron, pero no se acercaron, y hasta se dolieron ante el cuadro que veían pero no se compadecieron, la compasión me implica, me lleva al acto de amor.
Hace poco un Diácono Permanente me proponía poder celebrar una misa el año que viene, en el dia de San Lorenzo diácono y martir, y frente al obispo renovar las promesas diaconales con todos los hermanos diáconos de la diocesis. Sería creo muy bueno esto, para recordarnos el oficio de samaritano del diácono Lorenzo que ante el pedido forzoso a punta de espada, que le trajeran y le presentaran los tesoros de la Iglesia al emperador, al otro dia les trajo una gran muchedumbre de pobres, gente de la calle, lisiados, ciegos, menesterosos, enfermos, ancianos y niños en situación de abandono, y se los presentó: estos son nuestros tesoros.
Me pregunto ¿Hoy nuestra iglesia particular está capacitada para decir lo mismo? ¿La mayoría de nuestros diáconos se dedican a la caridad con los más necesitados?
En el último retiro diaconal el predicador les propuso: Sería hermoso que ustedes llevaran al obispo a visitar a los enfermos que atienden y visitan regularmente, que él tambien los conozca… Lamento decirles que aún no recibí ninguna propuesta… y yo agregaría a este desafío que inviten al obispo a visitar y conocer y escuchar a los pobres que más padecen la situación de marginalidad, esto nos hace también buenos samaritanos y además podemos recibir de ellos la imagen del Cristo sufriente que nos ubica en nuestro transitorio caminar de esta vida.
Entonces se acercó, podemos preguntarnos como manejamos las distancias, ¿Nos acercamos bien al hermano? O nos paralizan los prejuicios, o calculamos; porque la verdadera cercanía es un acto de confianza en el otro, también ¿Nos despedimos bien?.
Y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino. El vino servía para lavar y como anti-septico contra la infección, “sepsis” es contaminación, que puede llevar a la corrupción. El aceite es bálsamo que protege, suaviza la herida y la piel, la mantiene tersa para que la herida no cierre en falso. El ejercicio de vendar nos indica todo el cuidado, paciencia, delicadeza con el hermano caído.
Después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
El samaritano compasivo lo carga sobre su propia cabalgadura. Este sentido sacerdotal de llevar las cargas, de cargar las almas. Parafraseando al poeta: cuando el Señor me preguntó que le traía a su presencia mostré tan sólo mis manos vacías y el entonces Ël vio mi corazón cargado de nombres…
Queridos diáconos, no es fácil vivir la projimidad, pues entraña siempre alguno de estos pasos que no evitó el buen samaritano. Debemos pedir esta gracia a la Virgen Nuestra Señora de la Paz, ella supo dar estos pasos que nos ayudarán a nosotros a acercarnos a los sentimientos del Buen Samaritano. Sabemos de nuestros límites, debilidades, deficiencias, pero no podemos resignarnos a escuchar una y otra vez la sugerencia de Jesús al escriba:
"Ve, y procede tú de la misma manera".

Mons Jorge Lugones sj, obispo de Lomas de Zamora

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