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sábado, 9 de junio de 2012
Solemnidad del Corpus Christi (2012)
Solemnidad del Corpus Christi
(2012)
“La Eucaristía, Sacramento del Amor”
¡Alabado sea Jesucristo!
Celebramos una Solemnidad, que no deja de ser solemne y a la vez es celebrativa, con su clima de fiesta, de alegría cristiana porque Jesús resucitado se ha querido quedar entre nosotros en el sacramento del amor, en la eucaristía.
La alegría y el regocijo expresada en la alabanza, la música y el canto expresan que Jesús vive, que Jesucristo vive en medio de nosotros y sale con nosotros para que aquellos que miran asombrados, que se paran para ver este acontecimiento, sublime, distinto de otras manifestaciones de fe, porque el Pueblo de Dios demuestra públicamente la algarabía del gozo y reza y adora ante la solemnidad del misterio tremendo y fascinante, que contagia alegría y devoción, jolgorio y silencio obsequioso.
La eucaristía sacramento de amor, no es un amor pasivo-estático, sino dinámico-creativo que se ofrece siempre a cada uno con un amor renovado y desbordante, profundo y permanente. Amor que como el pan se rompe continuamente por nosotros y para nosotros.
La eucaristía es calidez de comunión, ternura generosa, sobreabundante, que invita a vencer el hielo del egoísmo, la frialdad de la indiferencia y la escarcha de la división.
Decía S. Juan Crisóstomo, uno de los Padres de la Iglesia: Mientras Dios desea por todos los medios mantenernos unidos pacíficamente, nosotros tenemos la mirada puesta en la mutua separación, en la usurpación de los bienes materiales, en pronunciar estas palabras glaciales (heladas): mío y tuyo. Desde ese momento empieza la lucha, desde ese instante la bajeza (PG.62,563).
Hemos cambiado el nosotros comunional por el, mío y tuyo, de aquí la inequidad (desigualdad) social que nos paraliza, como el frío invernal.
Cuando los intereses de sector, los intereses particulares, los hoy llamados derechos de las minorías, nos manipulan, quiere decir que no hemos entendido la finalidad del Bien Común: que es el bien, que hace posible a los grupos a sus miembros el logro de la propia perfección, sin olvidar el bien universal de la familia humana (Compendio CATIC 407-408).
La eucaristía sacramento del amor, encierra en sí misma el germen vital de la resurrección y de la vida, capaz de transformar el corazón humano, de trasfigurar la fisonomía social y hacer nuevas aún todas las cosas. Capaz de recrear la comunión fraterna, de generar la conversión personal y la transformación social.
Para nosotros los católicos sentarnos a la mesa del Señor significa estar abiertos a la entrega, como Jesús pan que se rompe para el bien de su pueblo, cáliz de la nueva alianza que se derrama por nosotros y por muchos para el perdón de los pecados.
Pero antes de sentarnos a la mesa el discípulo tiene que disponerse a la gracia de Dios, aceptar esta gratuidad del don, como antes de sentarnos a la mesa de los hombres, para compartir el pan cotidiano, damos gracias, rezamos, del mismo modo antes de comer el pan consagrado el discípulo ha de estar dispuesto a lavar los pies, a abrir sus manos y sus brazos y a romperse, para que nadie quede excluido de la mesa del amor de Dios, que se hizo pan partido y entregado para todos.
Sentarnos a la mesa implica por lo tanto, rompernos también nosotros por aquellos a los cuales Cristo nos mando invitar a su mesa: los sufrientes, los faltos de esperanza y de consuelo, los que nada creen, los que nada esperan, los que están más cerca, los que están mas lejos, aún los del “patio de los gentiles” que se nos acercan a debatir desde sus búsquedas, posturas e interrogantes, hasta los de la “Galilea de los gentiles”, que son los que debemos salir a buscar, incluye la prioridad diocesana: los adolescentes y jóvenes que no vienen a nuestras comunidades.
Para nosotros sentarnos a la mesa del Señor, alimento de vida nos anima a compartir una cultura de la vida en abundancia que denuncia la cultura de muerte, como señalaba esta semana el documento de la pastoral de la drogadependencia: “Un joven pobre que se droga no se está divirtiendo, no hace fiesta, ni se dedica a un uso recreativo, huye hacia adelante para llegar más rápido al día de su muerte”.
Ante esta enfermedad social Jesús eucaristía es médico y medicina el ha venido a sanar las heridas, males y sufrimientos del alma y del cuerpo, su Espíritu curativo y liberador se nos quedó en este pan bendito, roto por nosotros y para nosotros, entregando su vida y su gracia nos confirma en la fe, nos confía la esperanza y nos recrea en el amor.
Todo enfermo del alma o del cuerpo frente al mal que lo consume debe entregarse a Dios en la fe, en la fe de él o de los que piden por él, como el paralítico llevado en camilla por sus parientes o amigos, y Jesús como tantas veces en el evangelio pondrá las vendas del consuelo, el vino que levanta el ánimo, la caricia del alivio, el milagro de la conversión y el aceite de la espera confiada.
Hoy Jesús eucaristía como todos los años sale con nosotros a peregrinar por las calles del pueblo, junto al pueblo, sale con nosotros y mediante nuestras manos va a bendecir, mediante nuestra palabra a consolar, mediante nuestro gesto fraterno a fortalecer el encuentro, porque todo hombre o mujer de buena voluntad que quiera reconocerlo en la sencillez y cercanía del sacramento, ya lo ha recibido por el buen deseo en su corazón.
Jesús eucaristía se deja llevar por su pueblo, hoy se deja acunar por los jóvenes que transportarán la custodia, ellos no serán los mismos después de esta procesión, el Señor les habrá regalado la misión amorosa de cargar a otros cristos, a otros jóvenes que están necesitados de cercanía, contención y anuncio de vida.
Que nuestra Madre y Reina de la Paz vuelva a nosotros esos sus ojos misericordiosos y nos siga mostrando a Jesús fruto bendito de su vientre, ahora y en la hora de la prueba, del dolor o de la muerte, porque junto a Él no habrá más llanto, sufrimiento, ni lagrimas; sino gozo y consuelo en la suavidad del Espíritu.
¡Alabado sea Jesucristo!
Mons. Jorge R. Lugones sj
Obispo de la diócesis de Lomas de Zamora
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