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martes, 22 de abril de 2014

Apertura, solidaridad y misión en estas Pascuas

Apertura, solidaridad y misión en estas Pascuas
 Martes 22 Abr 2014 | 11:26 am
Lomas de Zamora (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, convocó en su mensaje pascual tomar la iniciativa de llevar el Evangelio a una sociedad ¨que se ha olvidado los valores¨ y ha caído ¨en la tragedia de la violencia y la inseguridad¨. Tomando el ejemplo de las mujeres que descubrieron el sepulcro vacío y fueron a anunciarlo a los discípulos, el prelado invitó a la comunidad a volver la mirada sobre los jóvenes y adolescentes, especialmente hacia aquellos que no están en las comunidades cristianas.

 El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, convocó en su mensaje pascual tomar la iniciativa de llevar el Evangelio a una sociedad "que se ha olvidado los valores" y ha caído "en la tragedia de la violencia y la inseguridad".
 Al sostener que los fieles de la diócesis viven "entre las sombras de nuestro inseguro y desprotegido conurbano" y la luz pascual del Resucitado, monseñor Lugones analizó la iniciativa de las mujeres que fueron al sepulcro a ver a Jesús y se encontraron allí al ángel que les anunció que el Señor vivía. Las comparó con las muchas madres que combaten la droga y la delincuencia.
 "Muchas madres hoy desafían el flagelo de la droga y la delincuencia organizándose, implicándose, tratando de aportar, de juntarse para no seguir viendo a sus hijos consumidos por la droga o deformados por la cárcel", afirmó.
 "Cuántas mujeres hoy honran la vida ante situaciones de muerte, que se tornan de un color gris opaco cotidiano, que oscurecen todo horizonte de esperanza, donde conviven con los que miran para el costado, para no ver la realidad y los que la ven y se aprovechan de la indolencia, de los que pudiendo hacer algo no lo hacen… ellas no abandonan la subida al calvario ante sus hijas madres adolescentes, ante la inmadurez de sus hijos que tienen edad para procrear, pero no para hacerse cargo…, ante la desigualdad de oportunidades, que las obliga a resignarse a perder en la plenitud de la vida a sus hijos; retienen con ellas la memoria de vida", observó.
 El prelado alentó "a todos los que honran la vida", de modo especial a los que se dedican al cuidado de enfermos, de las embarazadas, de los carcelados, de los discapacitados, de los ancianos y de tantos otros.
 Como a las mujeres del sepulcro que el Ángel envió a buscar a los discípulos, así monseñor Lugones invitó a los agentes pastorales y fieles en general a volver la mirada sobre las prioridades pastorales: los adolescentes y jóvenes, y de modo particular, a aquellos que no están en las comunidades y a los que la vida "se les ha hecho demasiado pesada" y transcurren sus días "encerrados en una memoria de muerte.
"El Señor ha resucitado, entonces la 'memoria de muerte' se convierte en 'memoria de vida', de discípulas se convierten ahora en misioneras, con una tarea concreta y un anuncio de esperanza: el amor siempre vence", reflexionó el obispo.
 "La experiencia de resucitados nos anima a promover un auténtico deseo de trabajar: Juntos hacia una Iglesia abierta, solidaria y misionera que celebra la vida; este compromiso, muchas veces es un camino cuesta arriba, que tiene cruz, calvario; pero también tiene paso hacia la Pascua, es decir, hacia la vida, tiene camino de resurrección y al final sigue estando el Señor Resucitado: fuente de nuestra alegría. ¡No temamos pedir ser discípulos misioneros de Cristo y su Iglesia!", concluyó.+

 Texto completo del mensaje
Mensaje de Pascua 
Mensaje de monseñor Jorge Rubén Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora para la Pascua 2014

 Queridos hermanos y hermanas que peregrinan en esta Diócesis y habitan en los Municipios de Lomas de Zamora, Alte. Brown, Esteban Echeverría, Ezeiza, Pte. Perón y San Vicente: 

 El anuncio pascual de Mateo (28,1-10) comienza: Al amanecer, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 
 Como las discípulas ante la ausencia de Jesús en el sepulcro, estamos entre las sombras y la luz. Las sombras de nuestro inseguro y desprotegido conurbano y la luz de la Pascua que nos trae el Resucitado, quien nunca nos olvida, quien está junto a nuestras angustias y pesares, en medio de la desidia y la postración que los hombres permitimos, pero que Él juzgará a su tiempo. 
 El Evangelio nos presenta a las mujeres que toman la iniciativa del encuentro, no se resignan a la memoria de muerte, intuyen que con el amanecer pueden recuperar la memoria de vida, con el signo trascendente de los perfumes, quieren honrar la vida, aunque sea en el sepulcro. 
 Muchas madres hoy desafían el flagelo de la droga y la delincuencia organizándose, implicándose, tratando de aportar, de juntarse para no seguir viendo a sus hijos consumidos por la droga o deformados por la cárcel. Cuántas mujeres hoy honran la vida ante situaciones de muerte, que se tornan de un color gris opaco cotidiano, que oscurecen todo horizonte de esperanza, donde conviven con los que miran para el costado, para no ver la realidad y los que la ven y se aprovechan de la indolencia, de los que pudiendo hacer algo no lo hacen… ellas no abandonan la subida al calvario ante sus hijas madres adolescentes, ante la inmadurez de sus hijos que tienen edad para procrear, pero no para hacerse cargo…, ante la desigualdad de oportunidades, que las obliga a resignarse a perder en la plenitud de la vida a sus hijos; retienen con ellas la memoria de vida. 
 De pronto se produjo un gran terremoto porque el ángel del Señor bajó del cielo… 
 Se produce un terremoto, la tierra se sacude, a veces para dejar ante nuestros ojos la verdadera y dura realidad: del drama de una sociedad que se ha olvidado los valores, a la tragedia de la violencia y la inseguridad. Debemos temblar ante el terremoto de la violencia familiar hasta la justicia por mano propia. 
 Un tembladeral injusto que divide. Es ante esta fragmentación donde percibimos “diversos mundos de vida”, donde la solidaridad social es una utopía de unos pocos, destinada a iguales, en esta comunidad consumista y hedonista. Pareciera que no nos urgen estos desafíos como sociedad. Ante este drama y esta tragedia nadie puede sentirse ajeno. 
 Dice el Evangelio que: “La tierra tiembla”, como la mujer que va a dar a luz, y devuelve a la vida al Hijo primogénito de una multitud de hermanos; y en lugar de una piedra que sella la sombra de muerte, aparece el resplandor fulgurante de un ser celestial que invita, a recrear la memoria de vida, a entrar a la tumba vacía diciendo: Sé que buscan a Jesús, el crucificado, no está aquí: ha resucitado como lo había dicho. 
 Alentamos en nuestra diócesis a todos los que honran la vida, de un modo especial a los que trabajan y acompañan a los enfermos, a las madres embarazadas, a los carcelados, a nuestros chicos con capacidades diferentes, a nuestros ancianos, llevando una caricia y una palabra que se hace resplandor de alivio y memoria de vida digna, ante el desamparo, la soledad y el dolor. 
 Ellas corrieron a toda prisa, con temor y gran alegría a llevar la noticia… 
 Se alejan del sepulcro, memoria de muerte, obedeciendo a la Palabra de Dios, memoria de vida. En lugar de miedo llevan temor, el miedo nos asemeja a la rigidez de la muerte, el temor de Dios –principio de sabiduría– comunica alegría y nos ayuda a darle a Dios lo que es de Dios. 
 Qué importante es para nosotros el desafío de la prioridad diocesana: comprometernos, salir al encuentro y acompañar a nuestros adolescentes y jóvenes, de un modo particular, a aquellos que no están en nuestras comunidades. Muchos de ellos no valoran la vida, se les ha hecho demasiada pesada la vida, pareciera que ya han andado largamente por la vida, a pesar de su corta edad, encerrados en una memoria de muerte. Nos desafía como creyentes, como testigos del resucitado, que deseamos anunciarlo a los hermanos, desde ésta dura y variada realidad de nuestra diócesis. Debemos reconocer que se está misionando en estas periferias, pero a cuántos nos falta llegar aún. Que podamos con ellos hacer “memoria de vida”. 
 De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: alégrense, ellas lo tomaron de los pies y lo adoraron… Jesús las envía: No tengan miedo, vayan a anunciar a mis hermanos… 
 Las envía a los otros. Y las mujeres que habían aguantado al pie de la cruz, no se resisten a perder del todo al Maestro, las discípulas atraídas por el amor, constatan que: el Señor ha resucitado, entonces la memoria de muerte se convierte en “memoria de vida”, de discípulas se convierten ahora en misioneras, con una tarea concreta y un anuncio de esperanza: el amor siempre vence. 
 La experiencia de resucitados nos anima a promover un auténtico deseo de trabajar: Juntos hacia una Iglesia abierta, solidaria y misionera que celebra la vida; este compromiso, muchas veces es un camino cuesta arriba, que tiene cruz, calvario; pero también tiene paso hacia la Pascua, es decir, hacia la vida, tiene camino de resurrección y al final sigue estando el Señor Resucitado: fuente de nuestra alegría. ¡No temamos pedir ser discípulos misioneros de Cristo y su Iglesia! 
 ¡Muy felices Pascuas de Resurrección! 
 Con mi bendición 

 Mons. Jorge Rubén Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora 
 Pascua de 2014

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