Cómo educar para el amor ante la banalización de las relaciones
Lomas de Zamora (Buenos Aires), 5 Mar. 10 (AICA)
Mons. Lugones con directivos docentes
“Continuamente ustedes como directivos tienen presente el diagnóstico de situación: cómo a través de diversos medios de impacto cultural, se promueven modelos fuertemente atractivos, pero que alejan al hombre de su ser y su quehacer esenciales. Tales concepciones del hombre convierten la educación en manipulaciones de diverso signo, o le proponen al hombre visiones positivistas que cierran a la trascendencia, lo reducen a categorías de eficiencia y rentabilidad y solo le ofrecen como meta el egoísmo del placer y del poder”. Así lo expresó monseñor Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora, al dirigirse a los directivos y docentes de su diócesis durante el encuentro que mantuvo el 26 de febrero en el Colegio Inmaculada Concepción y en el que abordó el tema: “El Educador Católico y la Educación para el Amor”.
Educar en un cambio de época
El obispo destacó entre otras cosas la necesidad de la formación permanente. Al respecto dijo: “Podríamos preguntarnos como docentes católicos si hemos reaccionado con la prudente y necesaria tarea de formar a nuestros formadores, no solo en lo técnico- pedagógico, sino también en lo que se ha llamado la ‘educación permanente’, que implica no sólo la capacitación o la educación continua, sino además, ciertas actitudes frente a la vida y ciertas tareas constantes propias de ese continuo discernimiento desde los valores del evangelio, frente a las situaciones emergentes, que lo ubican como discípulo de Jesucristo, ante los distintos desafíos”.
La Educación para el Amor
“¿Cómo podemos educar para el amor ante la banalización de las relaciones, y el permisivismo reinante, descontando la facilidad de la tecnología para acceder al erotismo? ¿Es posible educar para el amor ante la falta de atención y compromiso del propio entorno familiar, y ante las carencias de la propia contención familiar?”, se preguntó el prelado.
Afirmo además que “todo ser humano desea esencialmente ser amado”, pero existen muchas variedades de lo que se llama hoy amor. La educación para el amor implica entre otras cosas, la educación en la aceptación. “La aceptación significa que las personas con quienes convivimos nos proporcionan un sentimiento de autoestima, de valoración por lo que somos y podemos llegar a ser. Aceptación significa que soy bienvenido tal como soy, y que puedo crecer con la ayuda y la comprensión de otros. Cada niño nace con infinitas potencialidades pero que sin la amorosa ayuda de los otros, para desarrollarlas quedarían ocultas; por eso el amor, la aceptación de los demás hace de mí la persona única que estoy destinada a ser. Esto se da en toda vida, también en nuestros niños y adolescentes discapacitados, que con razón llamamos: con capacidades distintas”. También implica la educación en la solidaridad y “las familias tienen que formar en el valor del compromiso con el bien común que nace de pertenecer a una familia más grande que se llama sociedad”.
En este marco, se refirió también a la educación en la “libertad-límite”, porque “otro aspecto en la educación para el amor es saber y a veces poder conjugar la dupla: límite- libertad. Que difícil es poner límite con justeza, ante tanto permisivismo, ante una promoción del ‘todo vale’. Pero sabemos que poner límite es propio del ser humano que se mueve espacio-temporalmente, que es limitado aún para poner límite, no es fácil, pero no podemos renunciar como formadores al ‘límite con cariño’ que nace del deseo del bien al otro y no de mi descarga neurótica o autojustificante”.
Perfil del educador católico
“Hemos escuchado muchas veces: ‘Me saturaron tanto de Dios, de la Virgen y la misa en el colegio católico que estoy harto, no quiero saber más nada de nada’. Creo que fue una mala catequesis o en todo caso una mala impostación de la religiosidad del colegio. El colegio católico es aquel que antes de predicar el Evangelio, lo vive. Si vive el evangelio ya lo está predicando, porque Jesús les dijo ciertas cosas a los Apóstoles que los convirtieron en testigos. La primera catequesis es la de vivir el Evangelio a rajatabla, con todos los pecados humanos a cuestas, pero vivir el espíritu del Evangelio en el colegio. Así se evangeliza”, dijo el pastor lomense para aclarar que “el educador es ante todo aquel que acompaña a vivir, es decir, debe tener en cuenta la dimensión afectiva”. Y añadió: “El educador católico educa con su vida… porque la educación no es un proceso de transmisión de contenidos, de enseñanzas sino que es un proceso de identificación con modelos que se viven. La educación es básicamente, y la psicología profunda cada día lo confirma más, un proceso de identificación con modelos que se viven”.
Por último, tras proponer a Jesús como modelo de autoridad para el educador católico, advirtió sobre “algunas tentaciones en la conducción”, de las cuales puntualizó dos: “Por un lado se da la tentación: ‘del hada madrina’, son personas que por lo general no saben decir que no, viven contemporizando, entonces todo debe resolverse siempre bien, o mágicamente. Por otra parte está la tentación: ‘del inflexible autoritario’, es un débil que no conoce de clemencia”. En ese sentido dijo que “sería lindo que pueda darse una conducción sin problemas, pero el conflicto es parte de la conducción y, no podemos pretender conducir sin hacernos cargo del conflicto. Es cierto que a veces sabiamente hay que rezar y esperar, pero eso no nos exime de asumirlo o enfrentarlo. Tal vez la gracia que debe pedir y esperar con humildad el responsable de la conducción, es aprender a querer el conflicto del alumno o del colega en cuestión, y lo que es más difícil, querer a los alumnos y colegas conflictivos”.
“Ustedes tienen una responsabilidad especifica en el colegio y en la sociedad, su rol es ser líderes, dirigentes, con una profunda convicción que nos la da la fe en Jesucristo Señor de la historia, y como miembros activos de la Iglesia católica, que implica la gran apertura a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. La tarea de ustedes es la de conducir”, concluyó.+
AICA - Toda la información puede ser reproducida parcial o totalmente, citando la fuente
Lomas de Zamora (Buenos Aires), 5 Mar. 10 (AICA)
Mons. Lugones con directivos docentes
“Continuamente ustedes como directivos tienen presente el diagnóstico de situación: cómo a través de diversos medios de impacto cultural, se promueven modelos fuertemente atractivos, pero que alejan al hombre de su ser y su quehacer esenciales. Tales concepciones del hombre convierten la educación en manipulaciones de diverso signo, o le proponen al hombre visiones positivistas que cierran a la trascendencia, lo reducen a categorías de eficiencia y rentabilidad y solo le ofrecen como meta el egoísmo del placer y del poder”. Así lo expresó monseñor Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora, al dirigirse a los directivos y docentes de su diócesis durante el encuentro que mantuvo el 26 de febrero en el Colegio Inmaculada Concepción y en el que abordó el tema: “El Educador Católico y la Educación para el Amor”.
Educar en un cambio de época
El obispo destacó entre otras cosas la necesidad de la formación permanente. Al respecto dijo: “Podríamos preguntarnos como docentes católicos si hemos reaccionado con la prudente y necesaria tarea de formar a nuestros formadores, no solo en lo técnico- pedagógico, sino también en lo que se ha llamado la ‘educación permanente’, que implica no sólo la capacitación o la educación continua, sino además, ciertas actitudes frente a la vida y ciertas tareas constantes propias de ese continuo discernimiento desde los valores del evangelio, frente a las situaciones emergentes, que lo ubican como discípulo de Jesucristo, ante los distintos desafíos”.
La Educación para el Amor
“¿Cómo podemos educar para el amor ante la banalización de las relaciones, y el permisivismo reinante, descontando la facilidad de la tecnología para acceder al erotismo? ¿Es posible educar para el amor ante la falta de atención y compromiso del propio entorno familiar, y ante las carencias de la propia contención familiar?”, se preguntó el prelado.
Afirmo además que “todo ser humano desea esencialmente ser amado”, pero existen muchas variedades de lo que se llama hoy amor. La educación para el amor implica entre otras cosas, la educación en la aceptación. “La aceptación significa que las personas con quienes convivimos nos proporcionan un sentimiento de autoestima, de valoración por lo que somos y podemos llegar a ser. Aceptación significa que soy bienvenido tal como soy, y que puedo crecer con la ayuda y la comprensión de otros. Cada niño nace con infinitas potencialidades pero que sin la amorosa ayuda de los otros, para desarrollarlas quedarían ocultas; por eso el amor, la aceptación de los demás hace de mí la persona única que estoy destinada a ser. Esto se da en toda vida, también en nuestros niños y adolescentes discapacitados, que con razón llamamos: con capacidades distintas”. También implica la educación en la solidaridad y “las familias tienen que formar en el valor del compromiso con el bien común que nace de pertenecer a una familia más grande que se llama sociedad”.
En este marco, se refirió también a la educación en la “libertad-límite”, porque “otro aspecto en la educación para el amor es saber y a veces poder conjugar la dupla: límite- libertad. Que difícil es poner límite con justeza, ante tanto permisivismo, ante una promoción del ‘todo vale’. Pero sabemos que poner límite es propio del ser humano que se mueve espacio-temporalmente, que es limitado aún para poner límite, no es fácil, pero no podemos renunciar como formadores al ‘límite con cariño’ que nace del deseo del bien al otro y no de mi descarga neurótica o autojustificante”.
Perfil del educador católico
“Hemos escuchado muchas veces: ‘Me saturaron tanto de Dios, de la Virgen y la misa en el colegio católico que estoy harto, no quiero saber más nada de nada’. Creo que fue una mala catequesis o en todo caso una mala impostación de la religiosidad del colegio. El colegio católico es aquel que antes de predicar el Evangelio, lo vive. Si vive el evangelio ya lo está predicando, porque Jesús les dijo ciertas cosas a los Apóstoles que los convirtieron en testigos. La primera catequesis es la de vivir el Evangelio a rajatabla, con todos los pecados humanos a cuestas, pero vivir el espíritu del Evangelio en el colegio. Así se evangeliza”, dijo el pastor lomense para aclarar que “el educador es ante todo aquel que acompaña a vivir, es decir, debe tener en cuenta la dimensión afectiva”. Y añadió: “El educador católico educa con su vida… porque la educación no es un proceso de transmisión de contenidos, de enseñanzas sino que es un proceso de identificación con modelos que se viven. La educación es básicamente, y la psicología profunda cada día lo confirma más, un proceso de identificación con modelos que se viven”.
Por último, tras proponer a Jesús como modelo de autoridad para el educador católico, advirtió sobre “algunas tentaciones en la conducción”, de las cuales puntualizó dos: “Por un lado se da la tentación: ‘del hada madrina’, son personas que por lo general no saben decir que no, viven contemporizando, entonces todo debe resolverse siempre bien, o mágicamente. Por otra parte está la tentación: ‘del inflexible autoritario’, es un débil que no conoce de clemencia”. En ese sentido dijo que “sería lindo que pueda darse una conducción sin problemas, pero el conflicto es parte de la conducción y, no podemos pretender conducir sin hacernos cargo del conflicto. Es cierto que a veces sabiamente hay que rezar y esperar, pero eso no nos exime de asumirlo o enfrentarlo. Tal vez la gracia que debe pedir y esperar con humildad el responsable de la conducción, es aprender a querer el conflicto del alumno o del colega en cuestión, y lo que es más difícil, querer a los alumnos y colegas conflictivos”.
“Ustedes tienen una responsabilidad especifica en el colegio y en la sociedad, su rol es ser líderes, dirigentes, con una profunda convicción que nos la da la fe en Jesucristo Señor de la historia, y como miembros activos de la Iglesia católica, que implica la gran apertura a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. La tarea de ustedes es la de conducir”, concluyó.+
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